Blog hermanado con The Midnight Gazes At You

El Tren

 Página 1:

(de lo que acontece cuando se encuentran algunas hojas de papel dobladas de modo y manera que asemejan un libro)

¿Cómo podría el infeliz, deteniendo apenas un segundo el colorido y lúgubre tren de su existencia, encontar un sentido a su marcha?

¿Cómo podría el inombrable, condenado a soportar eternamente el disfraz pegajoso de persona, descender de sus creencias y negar la indiscutible conexión entre el principio el fin: La Nada?

¿Cómo podría su mente, que a disgusto emana de un cerebro hecho de carne, concebir ni imaginar la idea del vacio?

Sólo hacia el interior.

Sólo en forma de ausencias.

Como la ausencia de una ventana.

Como la falta de apoyo al caer.

Y ha de continuar por los mismos railes que siempre conoció y que nunca se repitieron bajo sus ruedas gastadas, y ha de disfrutar de ese cansancio que le permite constatar que sigue vivo, y llenar continuamente sus bolsillos, aunque sea de piedras, aunque se hayan roto, y no consentir que se aloje en su interior ningún convencimiento que proporcione espacio a la más mínima duda: descarrilar es morir o algo peor.

Y solo exisitirá el vacio... donde pueda practicarse un hueco.


Página 7

(que trata del mismo acontecimiento y de otros nuevos que habrán de suceder)

¿A quién vas a engañar con esa postura segura y flexible de junco adulto?

¿A quién deslumbrarás con tu armadura de luz sólida que inventas para que te sostenga?

¿A quién confundirás con ese rostro, duro como la concha que encierra una infinita debilidad?

Sólo a tí.

Solo ante el espejo de tus dias.

Como el antifaz que embellece tu mirada y cuyos nudos se han soldado.

Como la imprescindible máscara de cristal que destrozará tu cara si permites que se rompa.

Y has de representar tu papel pese a que tras tanto repetirlo ya no sientas las palabras: no podrías pronunciar otras,  y has de continuar actuando a voz en grito, aunque no haya escena, aunque no haya público,  pues el silencio te obligaría a tomar conciencia de tí mismo.

Y no estás ya para estos trotes.


Página 13

(en la que las pasadas intrigas serán desveladas a cuantos han visto el vuelo del cormorán)

¿Para qué sirve encontrar una respuesta cuando el paso del tiempo me hizo perder toda inquietud ante la pregunta?

¿Para qué quiero la piedra filosofal, si su búsqueda me convirtió en un viejo miserable de vicios austeros?

¿Para qué la vida eterna si soy ya un anciano que sólo podría prolongar sus dolencias?

Sólo para continuar existiendo.

Sólo porque sobrevivir es vivir. 

Como el estudioso al que cada descubrimiento sirve de base a nuevas investigaciones y nunca llega a puerto que no sea a su vez cruce de caminos.

Como el gusano, del que apenas puede decirse que sea algo más que un estómago que se arrastra y es feliz en la inocencia de no justificarse a sí mismo ni a ningún supuesto dios.

Y he de desplegar mi existencia a lo largo del tiempo, o sencillamente permitir que se desplace, sin planteamientos que vayan más allá del mero arte de mantener el equilibrio, y he de encontrar mi sitio en el zarzal y dejar que su doloroso abrazo me arrulle, siempre preferible a la suave mortaja preventiva de la indolencia.

Y la estación se convierta en hogar.


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